La Corrupción en Venezuela: “Una Pérdida Total de La Moralidad”

Sahara Khan, University of Texas at Austin

"Special thanks to mentor Dr. Pablo Postigo Olsson, Lecturer in the Department of Spanish and Portuguese at the University of Texas at Austin."

Introducción

En los años  setenta el “boom” del petróleo aumentó la confianza de los venezolanos en el capitalismo debido al crecimiento artificial de la economía y el rápido aumento de la riqueza de la nación (Almanzar 4). Desafortunadamente, la infraestructura del gobierno no estaba preparada para esta nueva economía capitalista  ni tampoco para una población con mentalidad consumista (Almanzar 5).  Los oficiales en niveles altos se aprovecharon de la confusión y se quedaron con mucho dinero en sus bolsillos (Almanzar 5). Realmente la población el general, en su mayoría las clases media y baja, trabajaban mucho y prácticamente no percibían beneficios derivados de  la riqueza de la nación (Almanzar 5).

Analistas políticos, como Aileen Almanzar[1] y Steve Ellner[2], sugieren que Venezuela no ha sido siempre así. Afirman que anteriormente se daba en la sociedad venezolana el excepcionalismo, es decir: se trataba de una sociedad con una firme cultura democrática así como una clase media grande y estable en la que generalmente reinaba la prosperidad económica (Ellner 6-9). Otros estudios, sin embargo, describen la corrupción en Venezuela como un aspecto constante en “la línea de tiempo de la historia del país” que se debe a la falta de funcionamiento del sistema judicial existente para cuando se cometen delitos de corrupción administrativa (Almanzar 3) . A sabiendas de esto, queremos explorar dos temas: ¿Es la corrupción en Venezuela un aspecto sistémico en la cultura “élite” de Venezuela o un resultado de las estructuras gubernamentales? ¿Por qué los movimientos para detener la corrupción no están triunfando? Por último, queremos responder a la siguiente pregunta a lo mejor que podemos: ¿Por qué sigue existiendo la corrupción política en Venezuela?

Primero, tenemos que establecer una definición de la corrupción. La palabra fue definida por la organización Transparencia International como “el abuso del poder confiado para obtener  beneficios privados” (Almanzar 2). Debido a los “shocks” de la actividad económica neoliberal e los ingresos del petróleo, la definición en el contexto venezolano incluye acciones ilegales de los funcionarios  en el gobierno y también las acciones ilegales privadas (por empresas e individuos que no están en el gobierno) (Almanzar 2).

La cultura elite y la estructura gubernamental: dos temas de fondo

Algunos investigadores atribuyen la crisis política en Venezuela a la cultura elite del país, y piensan que esta actitud tiene su origen en la época del colonialismo, cuando los venezolanos experimentaban mucha movilidad de clase (a pesar del control de España) porque mantenían tropas formadas por personas de varios niveles sociales (Ellner 5). Sin embargo, es más importante la abundancia de recursos naturales en Venezuela, por ejemplo el petróleo, el oro, el carbón, el hierro, el aluminio y el agua de los ríos, que fueron constantemente demandados por países como los Estados Unidos (Ellner 5-6). Por lo tanto, en tiempos de supuesta adversidad, Venezuela aún mantenía  su orden interno y poder de control gracias a sus ingresos.

Cuando Venezuela experimentó el “boom de petróleo”, la población mantuvo la actitud de excepcionalismo (Almanzar 4). Entonces, el “boom” resultó en la transformación de una economía inicialmente agrícola en una sociedad industrial (Ellner 8, Almanzar 5).  Empero, los ingresos no alcanzaron a la clase baja ni la clase media (la mayoría de la población, que trabajaba duro por obtener esos ingresos) debido a la actitud excpecionalista de los oficiales en la industria que no dividían los ingresos justamente (Almanzar 5). Aun así, la clase social baja aceptó esta consecuencia porque disfrutaba de la nueva riqueza a través de las prestaciones sociales del gobierno (Almanzar 17). Por eso, la población de la clase baja también adquirió la actitud de excepcionalismo ya que nunca tuvieron que aprender a pescar (es decir: ser autosuficientes) mientras que el gobierno les diera los peces (Almanzar 5). Desde entonces, la población entera depende de y siente que tiene el derecho a los ingresos de petróleo (Almanzar 5). De hecho, estas actitudes fueron manifestadas en la negación de una propuesta política que racionalmente quería “negociar nuevos términos para la deuda exterior” (Ellner 6). La razón para la negación fue que la sociedad venezolana “no quería asociarse con los países pobres” (Ellner 6,14). Si a ello sumamos los problemas socioeconómicos domésticos y los problemas en las relaciones internacionales, estas actitudes hoy en día obviamente producen problemas económicos: los venezolanos que consideran “los ingresos materiales como un derecho de nacimiento” culpan al gobierno por el incumplimiento de las obligaciones (el imposible aumento de las riquezas constante) (Ellner 6).  Por ello, algunos estudiosos creen que  la prosperidad de la economía venezolana creó expectativas de riqueza insaciables que corrompían  la moralidad de la gente: la de la clase alta, que se aprovechaba de los ingresos del país y retenía para si la mayoría del dinero; y la de la clase baja, que demandaba beneficios sin estar dispuesta a aceptar oportunidades para contribuir a la sociedad. Paradójicamente, las dos clases sociales creen que tienen el derecho de culpar al gobierno por la situación del país (Almanzar 5, Ellner 6-7).

Sin embargo, otros investigadores culpan a la estructura gubernamental del país democrático socialista por la corrupción a pesar de que esta estructura cultiva una actitud “políticamente activa, participativa y optimista” y una cultura de “vitalidad política sin igual en Latinoamérica” (Ellner 7). Por ello la población no tolera golpes de estado como en otros países del continente (Ellner 7).  Aunque no nos parece un problema, estos factores de la socialización política irónicamente complican el escenario: el gobierno chavista no promulgaba medidas estrictas en la economía, porque , si el gobierno reducía su presupuesto, sería necesario reducir el gasto público —que provee los prestaciones sociales— ; y si el gobierno hacía esto, los oficiales gubernamentales perturbarían además los sentimientos de excepcionalismo en la clase social baja y se perderían los votos de la mayoría de la población que sustentaban el gobierno (Kott 76). Por otra parte, el alto gasto social no permitía al gobierno mantener suficientemente fuerte el Fondo de Riqueza Soberana (FRS)—que supuestamente funciona como una “cuenta de ahorro” nacional—para manejar la fluctuación monetaria internacional y proveer estabilidad económica en tiempos de escasez y de emergencias económicas (Kott 76, 80). Por lo tanto, la economía era (y continúa siendo) volátil e ineficiente, y el gobierno no cambia su asignación de gastos porque los oficiales quieren apaciguar a los pobres para mantener así sus propias posiciones altas (Kott 76, 80).

Este mal manejo de los fondos públicos es empeorado por el sistema burocrático de Venezuela porque hay una gran fluctuación de oficiales gubernamentales y los salarios varían mucho entre funcionarios (Almanzar 7). Esto crea un incentivo para que los funcionarios hagan un uso indebido de los fondos públicos, especialmente por su corta permanencia en las posiciones (Almanzar 7). Por ello, no hay tiempo para la investigación, la interrogación, la responsabilidad, o la enculpación (Almanzar 7). De este modo, la estructura gubernamental estimula la corrupción en niveles altos por la falta de regulaciones adecuadas, si bien no podemos ignorar tampoco la corrupción en niveles bajos del gobierno (Almanzar 8-9). Debido a la democratización y “masificación” del poder actualmente, la venta de empresas públicas y la reducción en regulaciones federales le introducen oportunidades para participar en actividades ilícitas a la gente común (Almanzar 4, Manzetti and Blake 662) .

Si vemos el panorama general de la evolución histórica, es obvio que la complicidad de la opinión pública es tan importante como la estructura gubernamental porque la cultura de corrupción es perpetuada por la sociedad y el estado (Almanzar 1-19). En realidad, los dos aspectos se unen en la teoría política de populismo, que enfrenta a la gente común con la élite por llamamientos retóricos (Hawkins 1138-9). En este “discurso de populismo”, si el líder personifica la voluntad general (como Chávez apaciguando a la gente), la oposición debe de ser corrupta ( la élite que apoya la gasta reducida en prestaciones sociales) y la gente común tiene el derecho a usar violencia contra la élite (Hawkins 1140). En síntesis, la teoría de populismo (también denominada “teoría de funcionalismo”) legitima la corrupción moral—por permitir violencia y otros fechorías—como una contramedida de la clase baja necesaria para combatir la injusticia mediante la redistribución de recursos y  la preservación de la estabilidad socioeconómica de la nación  (Manzetti and Wilson 952-3).

La Interacción entre los dos temas en contexto del Excepcionalismo

Por la historia de la opulencia, la actitud del derecho al dinero justifica los crímenes en la mente de todas las clases sociales. Por ejemplo, oficiales gubernamentales usan los ingresos de los recursos naturales como una “alcancía personal” para gastos masivos, subsidios, y proyectos trastos que cuestan mucho pero no hacen nada prácticamente (Knott 74). Esta malversación especialmente ocurre si un oficial gubernamental descubre que un barrio tiene lealtad al partido político opuesto y, consecuencialmente, retiene recursos al público, aun si los necesita para emergencias (Ray 91). Entonces, debido al derecho de recursos descrito en la teoría de populismo, sobornar a la burocracia (para evitar largos procesos legales, obtener cosas necesarias para vivir y, en última instancia, reaccionar contra la corrupción gubernamental)es una actividad muy prevalente entre la gente común; los académicos la llaman “speed money” (Almanzar 8, Mauro 681). Aun sin el soborno, la gente común—especialmente la clase baja—puede usar coerción social para obtener cosas también. Por ejemplo, cuando Chávez le promete a la nación que nunca va a usar violencia contra la gente pobre (para apaciguarla), la clase baja manipula la promesa por incurrir en actos ilegales—por ejemplo la ocupación y desarrollo ilegal de la tierra vacía (McCoy 64). En cuanto la amenaza de las malicias privadas (debido a la inacción gubernamental),  Chávez  anunció un programa de construcción de casas para los pobres para apaciguarlos temporalmente de nuevo (McCoy 65). Por ello, se puede afirmar que el gobierno que teme a la gente corrupta común funciona como un vehículo de la corrupción por la desregulación y la negligencia.

¿Por qué los movimientos para detener la corrupción no están triunfando?

Aunque la gente común fue apaciguada por el gobierno por aproximadamente quince años, recientemente la evolución de la economía capitalista ha resultado en un crecimiento colosal de la brecha salarial (Manzetti and Blake 1142). Manifestaciones públicas violentas y saqueos ocasionales demostraban el descontento extendido que, en el año 1992,  resultaron en dos golpes de Estado para derrocar a Pérez, apoyados por el 44% de la población (Manzetti y Blake 1141). El excepcionalismo de la clase alta —tan especial en su cultura políticamente activa que no tolera nada menos que la democracia conveniente que permite sus abusos de poder—no toleraba el crecimiento de regulaciones de los golpes de Estado y se deshizo de la insurrección rápidamente (Manzetti and Blake 1141). ¿Cómo se deshizo la clase alta del golpe de Estado? Para un miembro de la élite en Venezuela, las leyes no se aplican porque los funcionarios—incluyendo el presidente—sobornan a los abogados, incluso a los fiscales que supuestamente intentan condenarlos (Manzetti and Blake 1141). También, es claro que las destituciones de los funcionarios no son motivadas por un cambio de la  conducta del gobierno, sino una solución de corto plazo. En la resolución del golpe de Estado en 1992, por ejemplo, todas las partes involucradas decidieron que la restauración de la estabilidad política temporal era más importante que resolver la corrupción sistémica porque ninguna parte quería admitir la gravedad del problema del cual todos eran culpables (Manzetti y Blake 1144). En consecuencia, las partes aceptaron la suspensión de Pérez, aunque la acción no tendría ninguna repercusion a largo plazo (Manzetti y Blake 1144) . Entonces los esfuerzos contra la corrupción en realidad amenazan con poner al descubierto un punto crucial del problema—la autocomplacencia con su misma pérdida de la moralidad—del cual nadie quiere ser culpado o autoinculparse.

La Entrevista

Para confirmar el análisis bibliográfico, realicé una entrevista con el Sr. y la Sra. Salinas, unos refugiados políticos de Caracas, Venezuela —pertenecientes a la clase media venezolana— que ahora viven en Tejas. En su sociedad anterior, si descubren que una persona es corrupta, “no significa[] absolutamente nada. No importa[]. Nadie cierra[] la puerta a su casa”, y en esta manera, la enfermedad moral en el país necesariamente resulta en los fracasos de los movimientos progresivos. Además, la Sra. Salinas confirma que la situación económica catalizó las enfermizas actitudes de excepcionalismo y compara el clima político del país con “un cáncer” que  debilita “el sistema inmune” del país. El Sr. Salinas, por su parte, critica después el sistema burocrático por observar cómo esta enfermedad pública lo empeora: “no es difícil conseguir a una persona que esté en el gobierno que sea corrupta. [Lo] difícil es conseguir a una persona que esté en el gobierno que no sea corrupta”. Entonces, para describir las crímenes sociales que impregnan la sociedad en todas las partes  , los dos confirman la teoría de populismo como una “perdida total de la moralidad”.

Conclusión

Debido a los temas de fondo sociales y gubernamentales, el “boom” de petróleo capitalista agravó  la crisis económica, aumentando  la corrupción por la degradación moral de la gente. Porque este fenómeno existe no solo en una ley explotable—sino en la sarta cultural no se entiende esto—, es difícil indicar solo un partido al cual culpar.

No obstante, una solución posible a una parte del problema es la posesión privada (no gubernamental) de los proyectos infraestructurales y  el manejo de recursos en general. De esta manera, el público no puede sentir que tiene el derecho a los recursos o al dinero porque la distribución no sería realizada por su gobierno (Knott 74). Para los constituyentes, cuando los ingresos tributarios son la única manera de la cual la gente puede disfrutar de los recursos, hay un incentivo para pagar impuestos (Knott 74). Y para el gobierno, hay que mantener un régimen fiscal fuerte (sin malversación) para continuamente pagar los precios de transacción altas debido al tercer partido (Knott 74).  Sin embargo, este propuesta presupone que la sociedad ya quiere transformarse, aun cuando el pertinaz excepcionalismo ya no se desplaza ni de los oficiales gubernamentales, ni de la gente común.

[1] Almanzar obtuvo una maestría en Asuntos Internacionales de la Nueva Universidad y concentraba sus estudios en el gobierno y derechos humanos en Latinoamérica.


[2] Ellner es un profesor e historiador que había investigado y enseñado ciencias políticas y económicas en la Universidad de Oriente en Puerta la Cruz, Venezuela desde 1977. También ha escrito unos artículos para New York Times y Los Ángeles Times.


Obras citadas

Almanzar, Aileen. "Corruption in Venezuela 101: The Basics for Understanding the Phenomenon." Academia.edu. Academia, 2015. Web. 20 Sept. 2015 <http://www.academia.edu/3012427/Corruption_in_Venezuela_101_The_Basics_for_Understanding_the_ Phenomenon>.

Ellner, Steve. "Introduction: The Venezuelan Exceptionalism Thesis Separating Myth from Reality." Latin American Perspectives 32.2, Venezuelan Exceptionalism Revisited: The Unraveling of Venezuela's Model Democracy (2005): 5-19. JSTOR. Web. 09 Oct. 2015. <http://www.jstor.org/stable/10.2307/30040273?ref=no-x-route:6fd5ac25fd52796452441123f54ebb5a>.

Hawkins, Kirk. "Populism in Venezuela: The Rise of Chavismo." Third World Quarterly 24.6 (2003): 1137-160. Web. 20 Sept. 2015.

Kott, Adam. "Assessing Whether Oil Dependency in Venezuela Contributes to National Instability." Journal of Strategic Security 5, no. 3 (2012): 69-86.

Manzetti, L., and C. J. Wilson. "Why Do Corrupt Governments Maintain Public Support?" Comparative Political Studies 40.8 (2007): 949-70. Sage Journals. Web. 20 Sept. 2015. <http://cps.sagepub.com/content/40/8/949.short>.

Manzetti, Luigi, and Charles H. Blake. "Market Reforms and Corruption in Latin America: New Means for Old Ways." Review of International Political Economy 3.4 (1996): 662-97. Web.

Mauro, Paolo. “Corruption and Growth”. The Quarterly Journal of Economics 110.3 (1995): 681–712. Web.

McCoy, J.."Chavez and the End of "Partyarchy" in Venezuela." Journal of Democracy 10.3 (1999): 64-77. Project MUSE. Web. 25 Apr. 2016. <https://muse.jhu.edu/>.

Ray, Talton F. The Politics of the Barrios of Venezuela. Berkeley: U of California, 1969. Print.

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